Durante años pensé en el Prosecco como ese espumante simpático y sin complicaciones. Alegre, fresco, siempre listo para una celebración espontánea. Lo veía como el primo relajado del Champagne: menos elegante, quizás, pero mucho más accesible. Ideal para quien quiere brindar sin pretensiones, disfrutar del momento sin preocuparse por etiquetas. Pero un día, una copa me hizo dudar. ¿Y si había más detrás de esas burbujas ligeras? ¿Y si ese sabor tan fácil de amar escondía una historia que valía la pena contar? Ahí empezó mi viaje, y descubrí que el Prosecco no solo es el espumante más vendido del mundo —superando incluso al Champagne—, sino que detrás de esa palabra tan cotidiana se esconde un sistema complejo, casi jerárquico, que se eleva como una pirámide sobre las colinas del noreste italiano. Una uva, mil posibilidadesTodo comienza con la Glera, una uva de piel fina y personalidad delicada. Ella es el alma del Prosecco. Pero no está sola, pues puede ir acompañada de otras variedades autóctonas como Verdiso, Perera, Bianchetta Trevigiana o incluso una uva pariente de nombre curioso: Glera Lunga. Y si creías que el Prosecco solo era blanco, sorpresa: también existe en versión rosado, gracias a la incorporación de Pinot Nero. Además, la gama de estilos —de Brut Nature a Demi-Sec— permite encontrar un Prosecco para cada paladar, desde los que prefieren una frescura pura hasta quienes buscan un toque más dulce y seductor. La piramide del ProseccoEn la base de esta pirámide encontramos el Prosecco DOC, elaborado por el método Charmat (o Martinotti, para los italianos), que consiste en una segunda fermentación en grandes tanques de acero inoxidable. Es el más conocido, el más exportado, ese que llega a copas de todo el mundo en cumpleaños, bodas y terrazas veraniegas. Un paso más arriba está el Prosecco DOC Treviso, una subzona con identidad propia, donde los suelos y el clima imprimen al vino un carácter algo más refinado. La cosa se pone más interesante cuando llegamos al Asolo Prosecco DOCG, una denominación que aún muchos desconocen. Aquí este espumante puede elaborarse también por método clásico (como el Champagne), y en ese caso aparece la mención "sur lie" en la etiqueta. El resultado es sorprendente: a las notas habituales de pera, manzana y flores blancas, se suman aromas de pan tostado, brioche y mantequilla, propios de la crianza sobre lías. Una joya escondida. La nobleza burbujeante El siguiente nivel es el Conegliano Valdobbiadene Prosecco Superiore DOCG: el corazón noble del territorio. Aquí las colinas se hacen más empinadas, el trabajo más arduo y el vino más elegante. Incluso existe una versión tranquila, es decir, sin burbujas, una rareza que pocos conocen y que revela el alma pura del Glera sin el velo de la efervescencia. Pero aún hay más. Subimos hasta las llamadas "Rive", que en dialecto local significa pendientes pronunciadas. Aquí, la viticultura es heroica: no hay tractores ni caminos fáciles. Cada racimo se recoge a mano, cada vendimia es un desafío. El vino que nace de estos viñedos es de una expresividad única: refleja su microclima, su exposición, su suelo. No hay dos Rive iguales. Y en la cima de esta pirámide espumosa, como un secreto reservado a los entendidos, brilla el nombre de Cartizze. Cartizze: el Cru del ProseccoCartizze no es una marca ni un estilo, es un lugar. Una colina de solo 107 hectáreas ubicada en Valdobbiadene, considerada el "gran cru" del Prosecco. Allí, el terroir alcanza una perfección casi mística: suelos arenosos, buen drenaje, exposición solar ideal. Las botellas que nacen de ese rincón privilegiado tienen una elegancia y complejidad que rompen todos los prejuicios. ¿Precio? También exclusivo, pero vale cada sorbo. Una copa, mil historiasHoy, cuando sirvo una copa de Prosecco, ya no la veo como antes. Veo colinas infinitas, terrazas imposibles, manos curtidas por el trabajo. Veo innovación, pero también respeto por lo ancestral. Veo una Italia que celebra sin ostentación, con estilo propio y sin pedir permiso. Y entonces entiendo por qué el mundo entero ha caído rendido ante sus burbujas. Porque el Prosecco no pretende ser otra cosa. No quiere imitar al Champagne. Quiere que lo disfrutes sin complicarte, que lo compartas, que lo celebres. Y eso, créeme, también es un lujo.
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AUTORAViviana Moyano, abogada, Wine Sommelier WSET 3, egresada del programa de "Vinos, Cafés y Otras bebidas" de la Escuela de Gastronomía Mariano Moreno, miembro de la Asociación Italiana de Sommelier y apasionada por el vino.
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Mayo 2025
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