Hola! soy Viviana Moyano consultora de vinos y sommelier y hoy quiero compartir contigo 5 secretos que aprendí sobre el vino italiano al convertirme en sommelier de la Asociación Italiana Sommelier AIS. Hace tres años comencé un viaje inesperado y desafiante, el curso de Sommelier de la Asociación Italiana Sommelier (AIS). Aunque originalmente debía durar solo un año y medio, debido a cambios en el calendario y la intensidad del estudio, el curso se extendió mucho más. A veces, me preguntaba por qué decidí tomarlo si ya tenía la certificación WSET 3, pero pronto entendí que el vino tiene una manera única de enseñarnos humildad. Cada clase fue un reto en el que mis certezas se transformaron en preguntas, y cada copa de vino escondía secretos que no sabía interpretar. El examen final fue un desafío monumental: meses de estudio, noches de cansancio, nervios y adrenalina. Finalmente, con mucho esfuerzo, me gradué como Sommelier AIS, un logro que me ha dado no solo el título, sino una visión más profunda y enriquecedora del mundo del vino. A continuación, comparto algunas lecciones y descubrimientos sorprendentes que obtuve durante este viaje. 1. El Nebbiolo: mucho más que Barolo y BarbarescoViñedos heroicos de Nebbiolo en la Valtellina Anteriormente, si me preguntaban sobre Nebbiolo, solo podía pensar en Barolo y Barbaresco. Sin embargo, descubrí que esta variedad tiene mucho más que ofrecer. Aprendí que el Nebbiolo en Lombardía es conocido como Chiavennasca y que en la zona de la Valtellina, se produce uno de los Nebbiolo más elegantes de Italia: el Valtellina Superiore DOCG, un vino de taninos firmes pero suaves con una complejidad y sutileza únicas. Después vino otro descubrimiento: los Nebbiolo del Valle d’Aosta. Allí, entre montañas y viñedos imposibles, nace el Donnas, un vino con un perfil marcadamente especiado y el Arnad-Montjovet, que, en cambio, tiene ese recuerdo sutil a almendras tostadas. También en el Piemonte, existe una gran variedad de expresiones del Nebbiolo. ¿Sabías que cerca de Turín existe el Carema, un Nebbiolo de montaña fino y mineral? ¿O que en Monferrato se esconden joyas como el Terre Alfieri o el Albugnano, cada uno con su propia personalidad? ¿Y qué decir del Alto Piemonte, donde el Nebbiolo a veces cambia de nombre y se convierte en Spanna, dando origen a vinos como Ghemme, Gattinara, Lessona, Bramaterra, Fara, Sizzano o Boca? Cada uno es como un dialecto diferente de la misma lengua, con acentos propios, historia y alma. 2. El Vin Santo no solo viene de la ToscanaRacimos colgados de uva Garganega para la producción del Recioto di Gambellara Si cierro los ojos y pienso en Vin Santo, mi mente viaja automáticamente a esos paisajes de postal: cipreses alineados, colinas suaves y casonas de piedra en la Toscana. Un vino dulce, aterciopelado, para acompañar los famosos “cantucci” y largas sobremesas. Lo que no sabía, es que el Vin Santo no es patrimonio exclusivo de la Toscana y que incluso dentro de esa región, hay mucho más que un solo Vin Santo. En Toscana, descubrí que hay distintas versiones, entre ellas: el Vin Santo del Chianti, el Vin Santo del Chianti Classico, el de Carmignano, el de Montepulciano, todos ellos elaborados principalmente con Trebbiano Toscano y Malvasia Bianca. Y algo que me fascinó: la versión tinta, conocida como Occhio di Pernice (ojo de perdiz), hecha a base de Sangiovese. Un vino con alma roja y corazón dulce. En Trentino, conocí el Vino Santo Trentino, hecho con uva nosiola. Las uvas se dejan secar con paciencia infinita sobre rejillas de madera, bajo techo, hasta la Semana Santa del año siguiente. Un vino que nace del tiempo, del aire frío de los Alpes y que ofrece deliciosos aromas a albaricoque deshidratado, miel y nueces. En Emilia-Romagna, me encontré con el Vin Santo di Vigoleno, un verdadero tesoro escondido. Se producen apenas 1.200 botellas al año, elaboradas con las uvas autóctonas Santa Maria y Melara. Es un vino raro y precioso, casi un susurro del pasado, lleno de elegancia y profundidad. Y por si fuera poco, también existe el Vin Santo di Gambellara, en la región del Veneto. Aquí la protagonista es la uva Garganega y el resultado es un vino dulce con un carácter vibrante y un final que recuerda frutas confitadas y flores secas. ¿La enseñanza? Que incluso detrás de un nombre conocido, puede esconderse un universo. Y que viajar con la copa en la mano es, muchas veces, la mejor manera de romper con las certezas. 3. El único espumante del mundo con tres fermentaciones vive escondido en Las MarcasSecado de racimos de Vernaccia Nera para la producción de la Vernaccia di Serrapetrona Aprendí también que, en la región de Las Marcas, se produce un vino inigualable: la Vernaccia di Serrapetrona. El único espumante en el mundo producido con tres fermentaciones. Todo comienza con la uva Vernaccia Nera, una variedad tinta cultivada en estas colinas onduladas que miran al Adriático. Aquí, el proceso es único: el 60% de las uvas se vinifica justo después de la cosecha y el 40% restante se deja secar cuidadosamente, como si cada racimo necesitara tiempo para concentrar su esencia. El mosto de esas uvas pasificadas se une luego al vino base, y es aquí donde ocurre la magia: comienza una segunda fermentación, y después una tercera, esta vez, en desarrollo del proceso de espumantización, siguiendo el método Charmat. ¿El resultado? Un vino fascinante, de color rojo rubí con leves reflejos granates y una espuma rosada y delicada. En nariz, aromas vinosos de violetas, frutos del bosque y un sutil toque de musgo. En boca, es fresco, con un equilibrio que puede ir de seco a dulce, y siempre con un final suavemente amargo que invita a otro sorbo. Definitivamente, una joya secreta, escondida en corazón del centro-este italiano, que me enseñó que el vino aún tiene historias fascinantes que contar. 4. ¿Quién dijo que los Vinos Passito se producen solamente con uvas Moscato?Anteriormente, si alguien me hablaba de passito, enseguida pensaba en el famoso Passito di Pantelleria. Ese vino dorado y envolvente nacido del sol siciliano y la brisa mediterránea, elaborado con la uva Zibibbo—más conocida como Moscato di Alessandria—, que perfuma la copa con notas de albaricoque seco, azahar y miel. Sin embargo, nunca imaginé que el universo de estos vinos fuera tan vasto y diverso como el propio país, ni que se pudieran crear vinos de esta tipología con las uvas más inesperadas. Cada región tiene su propia interpretación de este arte, transformando variedades autóctonas en verdaderos tesoros líquidos que desafían cualquier preconcepto sobre los vinos dulces. En Piemonte, por ejemplo, me encontré con el Erbaluce di Caluso Passito, elaborado con la variedad Erbaluce. Un vino que despliega aromas intensos de avellanas tostadas, fruta confitada y frutos secos, como si cada sorbo fuera un paseo otoñal entre nogales y despensas repletas de dulces caseros. En Veneto, el Bagnoli Friularo Passito, hecho con la rústica uva Raboso Piave, me sorprendió con sus notas de guinda, ciruela, cereza madura y un temperamento vibrante, donde la acidez y los taninos, domados por el tiempo y el appassimento, cuentan una historia de fuerza y dulzura en perfecto equilibrio. En Emilia-Romagna, encontramos el Albana Romagna Passito, un vino dorado y envolvente que despliega aromas de fruta almibarada, cera de abeja y miel silvestre. Adicionalmente, en algunas añadas, el appassimento ocurre en la misma vid y es acompañado por la noble Botrytis, regalando capas aún más intensas de dulzura y complejidad. En la soleada Toscana, descubrí el Elba Aleatico Passito, elaborado con la variedad Aleatico, un vino que perfuma la copa con gelatina de mora, frutos del bosque, flores rojas y especias dulces. En boca, es envolvente y estructurado, como un abrazo cálido que permanece. Y el mayor asombro llegó desde mi tierra adoptiva, la generosa Campania. Allí conocí un Sannio Passito elaborado con la imponente Aglianico —la uva que llaman el Nebbiolo del Sur por su carácter estructurado y profundo— transformada aquí en pura poesía líquida: mermelada de ciruela, miel de madroño, caramelo, chocolate negro, café tostado, tabaco, cuero y un toque de canela que parece salido de un antiguo recetario monástico. Al final, entendí que un passito no es solo un vino dulce, sino una expresión del alma de cada territorio, donde historia, clima y uva se entrelazan para crear algo único. 5. El secreto mejor guardado de Italia: la otra patria del CarmenereCarmenere del Colli Euganei La Carmenere, conocida como la uva insignia de Chile, también tiene una historia fascinante en Italia, donde durante más de un siglo fue confundida con la Cabernet Franc, hasta que estudios genéticos revelaron su verdadera identidad. Hoy, Italia es el segundo productor mundial de Carmenere. El corazón del Carmenere italiano late en el Véneto. En la denominación Arcole, sus vinos ofrecen notas profundas de cacao, violeta y frambuesa. Al noreste, encontramos el Montello Rosso, que mezclada con Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc, crea un interesante vino robusto y especiado, de taninos suaves. También se produce en la denominación Piave, que nos trae un vino seco, corposo y con un distintivo perfil herbáceo. Y finalmente el Colli Euganei, que resplandece en versiones que van desde el seco hasta el semidulce. Pero la historia no termina en el Véneto. En la región de Friuli-Venezia Giulia, encontramos el Lison Pramaggiore, un referente de la viticultura biológica en Italia. Allí, el Carmenere, caracterizado por su particular aroma herbáceo y persistente, se elabora con un estilo refinado que se acentúa con el paso por barrica. Más al norte, en Lombardía, se encuentra el Curtefranca, donde la uva, conocida localmente como Bordò Magher, se mezcla con Cabernet Franc, Merlot y Cabernet Sauvignon, ofreciendo aromas de frutos rojos, marasca, mermelada de ciruela y notas herbáceas que lo hacen armonioso y envolvente. El Carmenere en Italia refleja la riqueza y diversidad del vino en el país, con cada región aportando su propia interpretación de esta uva redescubierta. Reflexión final Creía que el WSET 3 me había enseñado casi todo. Y, sin embargo, el curso de la AIS me mostró que siempre hay otra capa por descubrir, otra historia detrás de cada etiqueta, otro paisaje escondido en cada sorbo. Hoy, cuando levanto una copa, ya no busco solo aromas o sabores. Busco preguntas. Busco historias. Busco ese momento en que algo familiar se vuelve nuevo y me obliga a detenerme, sonreír y pensar: qué hermoso es no saberlo todo. Si llegaste hasta acá, ojalá te haya contagiado un poco de esa emoción. Porque el vino no es solo una bebida: es un viaje sin fin, donde cada botella puede ser un mapa y cada copa, una puerta abierta. ¿Y tu? ¿Qué botella vas a abrir para descubrir algo nuevo hoy?
2 Comentarios
Álvaro Galindo González
4/14/2025 06:22:30 am
He leído tu publicación. Cuánta pasión hay en tus lineas. Contarte que soy chileno y pronto me iré a vivir a Roma.
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Viviana Moyano
4/14/2025 08:51:07 pm
Muchas gracias por tu mensaje. Aprecio mucho tus palabras y resulta muy reconfortante saber que el esfuerzo y la pasión que he querido transmitir al elaborar este articulo, empiezan a dar sus primeros frutos. Muchos éxitos en tu nueva vida en Italia y por favor no pierdas la oportunidad de probar la infinidad de vinos que tiene para ofrecer este bello país. Te envío un saludo!
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AUTORAViviana Moyano, abogada, Wine Sommelier WSET 3, egresada del programa de "Vinos, Cafés y Otras bebidas" de la Escuela de Gastronomía Mariano Moreno, miembro de la Asociación Italiana de Sommelier y apasionada por el vino.
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Abril 2025
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